En la jornada del
lunes 3 de agosto de 2015 se tomaron las dos indagatorias que quedaban
pendientes y se escucharon las declaraciones de cinco víctimas.
La audiencia
comenzó con la lectura de la resolución que tomó el tribunal sobre la
declaración indagatoria de Antonio Vañek. Según esta, Vañek fue trasladado al
Hospital Central del Servicio Penitenciario Federal para declarar por
videoconferencia, para luego ser llevado nuevamente a su domicilio, en donde
cumple su arresto. La resolución fue tomada con la disidencia del juez Germán
Castelli, quien consideró que resultaría mortificante para el acusado ser
trasladado fuera de su casa.
A continuación, el
representante de Vañek, Adriano Liva, leyó un informe médico que indica que el
ex Comandante de Operaciones Navales padece un deterioro cognitivo moderado;
indicó que por ese motivo solicitaba que se suspenda el proceso en su contra.
Después de un breve
receso, el tribunal resolvió tomar la declaración indagatoria y resolver este
pedido más adelante.
Declaración de Antonio Vañek
Se leyó entonces la
acusación que pesa sobre Vañek por la privación ilegítima de la libertad de
Mario Horacio Revoledo. El imputado se negó a declarar.
Declaración de José Casimiro Fernández Carró
Luego fue el turno
de José Casimiro Fernández Carró, jefe del Batallón de Infantería de Marina 3
en el año 1976, acusado por la privación ilegítima de la libertad y aplicación
de tormentos de Luis Ramón Etchepare, Carlos García Gerboles, Carlos Daniel
Núñez, Mario Peláez, Norma Raggio, Diego Salas y Elisa Triana. El imputado dijo
que por el momento no iba a realizar declaraciones.
A continuación, se
escucharon las primeras cinco declaraciones testimoniales.
Declaración de María Adela Barraza
En primer lugar
declaró María Adela Barraza, quien permaneció secuestrada entre abril de 1976 y
octubre de 1978.
María Adela vivía
en Ensenada, había terminado el secundario en noviembre de 1975, quería seguir
estudiando magisterio y concurría a la Parroquia Nuestra
Señora de la Victoria
en la ciudad de La Plata.
En la madrugada del
5 de abril de 1976 personal de Infantería de Marina irrumpió en su casa
diciendo que buscaban a una estudiante de medicina. La condujeron a un vehículo
y le dijeron a la familia que la llevaban por averiguación de antecedentes.
Con los ojos
vendados y encapuchada fue conducida a la sede de la Prefectura Naval
Argentina en Ensenada. Allí permaneció sentada en un banco en un pasillo y
percibió que otras personas estaban a su lado. Pudo identificar a María Beatriz
Horrac a su lado y a Gustavo Naser, a quienes
conocía de la parroquia, y a una chica embarazada que permaneció poco
tiempo allí.
En varias
oportunidades fue interrogada; para ello la conducían a un oficina. Tuvo la
impresión de que había también un lugar abierto, como un patio, y una sala de
armas, en donde el personal del lugar conversaba.
En aquel lugar
permaneció dos días vendada y encapuchada, sin poder comunicarse con los otros,
sin comer ni tomar agua.
En algún momento
personal de Prefectura se comunicó con su familia y les indicó que María Adela
sería llevada a Olmos.
El 7 de abril de
1976 fue trasladada encapuchada con María Beatriz Horrac. En el trayecto
intentaron dejarlas en varios lugares, en donde no las quisieron recibir.
Finalmente, fueron dejadas en la Unidad Penitenciaria
nro. 8 de Olmos.
María Adela
permaneció allí seis meses. En el legajo del Servicio Penitenciario pudo ver la
firma del personal de Prefectura, por lo que dedujo entonces que había estado
secuestrada en la sede de esa fuerza.
Pasó a estar a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante el Decreto Secreto 571 / 1976
de fecha 26 de mayo de 1976.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/index.castle?s=1&fea=16/04/2013)
En octubre de 1976
fue trasladada a la Cárcel
de Devoto, en donde permaneció dos años más. Un día recibió la noticia de que
aparecía en una lista para ser liberada. El 27 de octubre de 1976 una celadora
le dijo que sería trasladada.
Fue llevada a
Coordinación Federal, en donde le decían que esperaban un radiograma para
liberarla. Recordó el ambiente hostil, las amenazas del personal, la
incertidumbre sobre lo que le sucedería. Estuvo allí un día. Finalmente, a
medianoche, la liberaron. Tuvo que salir por una puerta trasera de las
dependencias hacia una calle oscura y solitaria. María Adela fue liberada con
Hortensia del Carmen Juárez y otra mujer de la que no recordó el nombre.
Mediante el Decreto
Secreto 2449 / 1978 del Poder Ejecutivo Nacional de fecha 17 de octubre de 1978
se dejó sin efecto su detención.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Suplementos/2013042401S.pdf)
María Adela recordó
que del mismo grupo que concurría a la Parroquia Nuestra
Señora de la Victoria ,
sus compañeros Alicia Cabrera, Nora Larrubia, Susana Larrubia, Diego Arturo
Salas, Elisa Noemí Triana, todos desaparecieron.
Por la privación
ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de María Adela
sólo está imputado Carlos José Ramón Schaller.
Declaración de Carmelo Cipollone
En segundo lugar se
escuchó la declaración de Carmelo Cipollone, quien permaneció secuestrado entre
marzo y mayo de 1976.
Carmelo nació en
Italia, trabajaba en Propulsora Siderúrgica del grupo Techint en Ensenada,
estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Era delegado de su sector, elegido
por sus compañeros. Pertenecía al grupo de delegados no reconocidos por la Unión Obrera
Metalúrgica (UOM) de Rubén Diéguez, Héctor Dateo y Antonio Di Tomasso. Además la UOM lo había expulsado después
de que hablara en una asamblea.
Ya antes del golpe
del 24 de marzo de 1976 la empresa brindaba información sobre el cuerpo de
delegados y trabajadores a las fuerzas de seguridad.
Aquel miércoles 24
Carmelo se preparaba temprano por la mañana para salir a trabajar. Golpearon la
puerta de su casa en el Barrio Obrero de Berisso; al asomarse vio un batallón
de la Armada
desplegado frente a su casa. Mientras rompían la puerta para entrar, un marino
lo obligó a identificarse y salir de su casa saltando un paredón. Lo
encapucharon y se lo llevaron sin darle explicaciones.
En el mismo
operativo secuestran a un vecino suyo, José Luis "el ruso" Dervaric,
trabajador del Astillero Río Santiago y del Frigorífico Swift.
Carmelo relató que
lo subieron a un micro de la marca Chevrolet, de los que estaban al servicio
del personal del Astillero. Estaba lleno de trabajadores secuestrados. En el
asiento de atrás pudo escuchar a una mujer a quien conocía como
"Maruca".
Después de recorrer
Berisso, pararon en la
Comisaría. Los hicieron bajar a todos y personal policial les
tomó los datos personales. Realizando esta tarea Carmelo reconoció a Citerio,
Jefe de Turno del Taller Mecánico de Propulsora.
Después de esto los
trasladaron a un galpón en donde los obligaron a desnudarse; los revisaron, les
pegaron. Allí pudo reconocer a Osvaldo Tomás Méndez de la Prefectura Naval ,
quien le tomó una foto. Lo volvió a ver mucho años después, en 1984, cuando
sacó el permiso de ingreso al puerto. En esa oportunidad Méndez cumplía la
misma función; volvió a ocuparse de sacarle la foto que necesitaba el permiso.
A continuación los
llevaron al muelle del Astillero, en el que atracaban las lanchas de la Escuela Naval. Los
hicieron subir por un rampa a una embarcación y les ataron las manos con sogas
a los pasamanos. Cruzaron el Río Santiago y en el trayecto los amenazaban con
tirarlos al río.
Al descender de la
embarcación debieron subir por una escalerita de cemento y Carmelo alcanzó a
ver un mástil y una bandera argentina. Los condujeron con las manos atadas y
encapuchados a un lugar amplio, con camas, en donde les sacaron las sogas.
Hacía frío, estaban
casi sin ropa, algunos solamente con la ropa interior. Pasaron los días; se
escuchaba el silbato de la
Base Naval , ruido de rejas, golpes, risas del personal que
los mantenía secuestrados y por los ventiluces veían si era de día o de noche.
Al baño iban custodiados por un guardia armado. Les dieron un colchón y una
frazada que tenía la inscripción "Armada Argentina". Eran alimentados
con el rancho que sirven en las dependencias militares.
Algunos de los
secuestrados fueron llevados a las dependencias de Infantería de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires en 1 y 60 en La Plata ,
como el intendente de Ensenada, Arduino Ghio, y Jorge Arri. Este último fue
llevado nuevamente al lugar en el que permanecía Carmelo y les contó que en 1 y
60 les pegaban. Dervaric fue trasladado a Arana, en donde fue salvajemente
torturado; Carmelo lo reencontraría más adelante en la Unidad Penitenciaria
nro. 9.
Una noche fue
llevado a un cuarto, en donde le hicieron firmar unos papeles y le sacaron una
foto. Luego supo que lo mismo le sucedió a sus compañeros de cautiverio. Además
lo interrogaron con golpes y amenazas sobre personas conocidas y sus
actividades. Carmelo recordó que tenía miedo de mirar a la cara a sus captores,
la crueldad de esos días, el temor, la preocupación por lo que habría sucedido
con su mujer y sus hijos.
Entre otras
personas secuestradas en aquel lugar reconoció a Jorge Arri, Bogusas, Carrete,
Nicolás Luis Di Mattía, Adolfo Lanao, Américo Horacio Piccinini, Hugo
Ernesto Ruiz Díaz.
Mientras tanto, el
viernes 26 de marzo su esposa recibió un telegrama de parte de la empresa para
que Carmelo se presentara a trabajar. Ella les contestó que estaba
"detenido" a disposición de personal militar. Al día siguiente
recibió otro telegrama en el que le notificaban el despido por abandono de tareas.
Carmelo permaneció
en aquel lugar once días aproximadamente. Un día los encapucharon, les ataron
las manos con sogas y los sacaron corriendo al embarcadero; de allí los
trasladaron en una lancha al muelle del que habían salido. Luego nuevamente los
micros y las manos atadas a los pasamanos. Un hombre que dijo llamarse
"Teniente Lechuga" los amenazó con hacer estallar el micro con
granadas. Tal vez haya sido uno de los que participó en su secuestro.
Al anochecer
llegaron a la
Unidad Penitenciaria nro. 9. Los desataron, los hicieron
bajar encapuchados y pasar entre dos hileras de personal de fuerzas de
seguridad que asestaban golpes y patadas a los secuestrados. A Carmelo le
rompieron una costilla. La golpiza finalizó con la presentación del director del
penal, quien les dijo que estaban allí a disposición de las Fuerzas Armadas.
En la Unidad Penitenciaria
nro. 9 permaneció hasta el 27 de mayo. Allí vio, entre otros, a Julio Alberto
Machado, quien también había permanecido en las dependencias de la Escuela Naval , y
Carlos Hugo Perdomo.
Carmelo recordó
también la búsqueda de su madre por comisarías, en el Batallón de Infantería de
Marina 3 -en donde fue golpeada- y pidiendo por su liberación en el Consulado
de Italia. En los primeros días de abril le informaron que estaba en la UP 9, adonde fue con la esposa
de Carmelo y sus nietos.
Después de ser
liberado quiso regresar a trabajar. Fue a hablar con el jefe de personal de
Propulsora, Néstor Corteletti; en la entrevista además estaba el abogado de la
empresa, Fidanza. Ambos le dijeron que aceptara el dinero que la empresa le
daba y que se fuera porque no iba a volver a trabajar allí.
En 1984 denunció lo
que le había sucedido ante la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata , incluyendo el proceder
de la empresa y la complicidad de la
UOM en los secuestros, desapariciones, homicidios y el exilio
de sus compañeros.
Intentaron formar
una comisión para tratar con la empresa la reincorporación de los que fueron
echados en circunstancias similares a la suya, pero la empresa nunca quiso
conversar. Carmelo afirmó: "son grupos poderosos; se manejaban con el
brazo armado de nuestras instituciones militares (...) Ellos son los que
mandaban".
Por la privación
ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Carmelo sólo
está imputado Carlos José Ramón Schaller.
Declaración de Hugo Ernesto Ruiz Díaz
Luego fue el turno
de Hugo Ernesto Ruiz Díaz, quien permaneció secuestrado entre marzo de 1976 y
abril de 1978.
Hugo ingresó a los
12 años en Astillero Río Santiago, en donde podía capacitarse y trabajar. Hasta
1974 se desempeñó allí, cuando ingresó en la Destilería de YPF en La Plata. Desde chico lo
llamaban "Cuqui", le gustaba divertirse, salir a boliches; no tenía
militancia gremial ni política. Tenía 25 años y en marzo de 1976 lo operaron de
una mano; tuvo que guardar reposo en la Clínica La Merced de Ensenada.
El 25 de marzo de
1976 un grupo de uniformados lo fue a buscar a su casa. Su madre y hermana
fueron a la clínica para advertirle que huyera. Hugo no quiso hacerlo y ese
mismo día, más tarde, un grupo de hombres fueron a buscarlo allí. Se lo
llevaron diciéndole que lo detendrían por averiguación de antecedentes y que
pronto regresaría.
Salieron caminando,
lo subieron a una camioneta. Una vez dentro lo tiraron al piso. Fue conducido a
la sede de la
Prefectura Naval en Ensenada. Recién al bajarlo del vehículo
le vendaron los ojos y lo encapucharon. Luego le tomaron sus datos personales
y, entre otras cosas, lo hicieron arrastrarse en cuatro patas, diciéndole que
si no lo hacía se electrocutaría. Luego, durante horas lo hicieron permanecer
en un patio parado con los brazos en alto. Repetidamente le pegaron en la mano
que había sido operada y en ningún momento le suministraron los antibióticos y
calmantes que debía tomar. De aquellos momentos conserva marcas y secuelas
físicas y una lesión que nunca se curó.
En el lugar
escuchaba voces, llantos; no podía comunicarse con los demás, pero percibía que
había otros en las mismas circunstancias que él.
De allí fue
trasladado encapuchado en una camioneta a un muelle en el que lo embarcaron con
otras personas. A él lo ataron a una columna de la embarcación. Durante el
trayecto los asustaban con gritos y amenazas sobre arrojarlos en medio del río.
Los llevaron a
alguna edificación ubicada en lo que fue la Base Naval , todos
atados entre sí con sogas. Estuvo sentado varias horas; escuchaba hablar,
escuchaba quejidos, tenía miedo. Sentía que se llevaban gente del lugar pero no
sabía adónde.
En un momento lo separaron
del resto y lo pusieron contra un paredón; le dijeron que pidiera un deseo.
Hugo pensó que era el último momento de vida. Escuchó pasos del pelotón, las
armas. Simularon fusilarlo; eso fue lo más duro que vivió en su vida.
Luego lo llevaron,
encapuchado, a un lugar que tenía camas cuchetas. Le dieron de comer y por la
noche, después de despertarlo, lo llevaron a un salón en donde le sacaron una
foto. Luego fue conducido al lugar anterior. Al día siguiente un hombre que se
presentó como enfermero le revisó la mano, limpió la herida y le dio un
calmante, pero se negó a contestarle en dónde estaban.
Allí vio a Ricardo
Córdoba, Julio Machado, Ricardo "el ruso" Parulsky, supervisor del
Astillero.
Hugo conocía la Escuela Naval.
Mientras era aprendiz en el Astillero había ido en diferentes oportunidades a
buscar mesas y sillas para las fiestas de botadura. Sabía que la Base Naval había
funcionado hasta fines de la década de 1960 y que parte del personal había
pasado a trabajar al Astillero.
Después de permanecer
unos días allí, los trasladaron en lancha y luego en un micro con las ventanas
tapadas a la
Unidad Penitenciaria nro. 9.
Hugo rememoró que
al llegar a la cárcel los hicieron bajar y pasar entre filas del personal de
las fuerzas de seguridad que los hicieron correr mientras les pegaban. Él
corrió sobre gente que se había caído hasta que se frenó con el golpe de un
arma en la cabeza, cuya marca tiene hasta el presente. Tenía los ojos vendados
y estaba encapuchado. Empezó a sangrar y lo llevaron a la enfermería. No sabía
en dónde estaba ni se lo querían decir.
Luego permaneció en
una celda, con la cabeza y el brazo vendado. Estuvo cerca de quince días
incomunicado.
Por otra parte, se
había encontrado el cadáver de un muchacho de apellido Díaz, de similares
características físicas a las suyas. Su familia pensó que se trataba de él,
pero al día siguiente una vecina recibió una nota que indicaba que Hugo se
encontraba en la UP
9.
En aquella cárcel
permaneció dos años. En una oportunidad le tomaron "declaración"; en
ella Hugo contó todo lo que le había pasado desde su secuestro. Veinte días
después le comunicaron que sería liberado. Todo estaba preparado para que
saliera a la medianoche, pero Hugo se resistió porque sabía que algunos
compañeros liberados en esas horas habían sido secuestrados nuevamente o habían
sido asesinados como Dardo Cabo. Un oficial penitenciario habló con el director
de la prisión, quien lo autorizó a salir al día siguiente. Fue liberado el 30
de abril de 1978.
Fue puesto a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante el Decreto Secreto nro. 1310
/ 76 de fecha 15 de julio de 1976.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Suplementos/2013041701S.pdf)
El arresto cesó
mediante otro Decreto Secreto, el nro. 923 / 78 de fecha 20 de abril de 1978.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Suplementos/2013042401S.pdf)
En democracia
volvió a trabajar en YPF hasta que fue privatizada. En los primeros años de la
década del ´90 volvió a ingresar al predio de la Escuela Naval para
realizar trabajos en las calderas. En el presente trabaja en el Astillero y
desde su lugar de trabajo, la popa del buque Eva Perón, ve todos los días el
lugar en el que permaneció secuestrado.
Al iniciar los
trámites jubilatorios supo que en YPF le guardaron el puesto entre la fecha de
su secuestro y el mes de noviembre de 1976, cuando lo echaron por abandono de
tareas. Por eso cree que su secuestro estuvo relacionado con la información que
el Astillero suministró a las fuerzas de seguridad.
Hugo afirmó que
"lo secuestraron por ser trabajador". Hoy, pudiendo jubilarse,
continúa trabajando para formar a otros.
Por la privación
ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Hugo sólo
está imputado Carlos José Ramón Schaller.
Declaración de Ricardo Mario Melano
En cuarto lugar
declaró Ricardo Mario Melano, quien permaneció secuestrado entre marzo y mayo
de 1976.
En 1973 con 18 años
entró a trabajar al Frigorífico Swift en Berisso, en donde su padre era
capataz. En diciembre del año siguiente tuvo un accidente en moto, en el que
murió un compañero. Por ello tuvo que guardar reposo durante todo el año 1975 y
el primer lunes de marzo de 1976 se reincorporó a trabajar. Además Ricardo
trabajaba en un taller de radio y televisión.
En aquella época se
sabía que la vigilancia y el control en las fábricas era constante y que se
realizaban recorridos para llevarse a los trabajadores. En Propulsora
Siderúrgica su cuñado era escoltado por personal militar hasta el vestuario, en
donde revisaban sus pertenencias.
Ricardo recordó que
el miércoles 24 de marzo no se trabajó; al presentarse en el frigorífico lo
hicieron regresar a su casa. Al día siguiente pasó lo mismo; había soldados
desplegados por toda la zona.
El viernes 26 entró
a trabajar muy temprano, cerca de las 6 de la mañana. Entre las 11 y las 11.30
aprovechó el descanso para salir a repartir mercadería del taller, que se
encontraba cerca. Al regresar, mientras conversaba con unos compañeros, dos
hombres con vestimenta militar se lo llevaron secuestrado. Lo hicieron salir
del frigorífico a los empujones y apuntándole con un arma. Uno de ellos, joven,
parecía tener más autoridad que el otro. Lo obligaron a subir en una camioneta
Dodge, en la que esperaban otros dos militares.
De allí fue
conducido a la sede de la
Prefectura Naval en Ensenada. Una vez que lo hicieron bajar
le vendaron los ojos; le sacaron sus pertenencias, le tomaron sus datos
personales, las huellas digitales y lo hicieron permanecer parado con los
brazos contra la pared unas cinco o seis horas. Ricardo percibía que había
otras personas en su misma situación. Escuchó que cerca de él amenazaron con
fusilar a un muchacho que quiso sacarse la venda de los ojos.
Lo interrogaron por
trabajadores de Propulsora Metalúrgica y del Astillero. En un momento lo
llevaron a una oficina de la que recuerda los sillones amplios. Había también
otro muchacho secuestrado. Alguien del personal del lugar los sermoneó, le
devolvió los documentos y dijo que el Jefe de Seguridad del frigorífico había
hablado por ellos.
Sin embargo, momentos
después lo sacaron de allí abruptamente, le ataron las manos y lo tiraron en
una camioneta en la que ya había más personas. Tiraron a otro chico encima de
él y encima de todos a una mujer.
Salieron de allí y
Ricardo notó que cruzaron el puente de hierro del Canal Oeste. El recorrido fue
corto, hacia la entrada del Astillero. Los hicieron bajar en fila y los
subieron a una lancha. En el trayecto amenazaban con dispararles y tirarlos al
agua. Finalmente los bajaron de la embarcación, escuchó el sonido de puertas de
hierro, rejas y entraron en un lugar. Allí les sacaron las capuchas y pudo ver
que se trataba de un gran lugar con divisiones, tipo boxes. Lo dejaron en uno
de ellos y le entregaron una frazada y un colchón.
Luego les
suministraron comida y agua. Ricardo indicó creer que también le suministraron
algún somnífero, porque no puede recordar casi nada de lo sucedido en los dos
días que permaneció tirado allí. Recordó que una vez fue al baño.
Entre las personas
secuestradas que recuerda haber visto están Carmelo Cipollone y Julio Machado.
Indicó que el
domingo 28 por la tarde los sacaron de aquel lugar, les vendaron los ojos, los
encapucharon y ataron las manos y los subieron en un micro. Rememoró también
los dichos de un hombre sobre hacer estallar el vehículo con una granada.
Después de un
recorrer un largo trayecto el micro se detuvo, lo desataron y lo tiraron por la
puerta de atrás al piso. Luego lo golpearon y le sacaron la venda. Cree que
eran unas veinte personas las que se encontraban como él. Un hombre se presentó
entonces como el Director del Penal y les dijo que era receptores de ellos. Un
interno les llevó agua.
Ricardo permaneció
en la Unidad
Penitenciaria nro. 9 hasta el 22 de mayo de 1976. Lo
liberaron y le dieron una especie de certificado con sello del Ejército pero
sin ninguna firma, en donde decía que había estado en la UP 9.
Mientras tanto su
familia sabía que estaba en aquel lugar. Una vez liberado tenía miedo de que
volvieran a secuestrarlo y no quería dormir en su casa. Además había perdido su
trabajo en el frigorífico, ya que lo habían echado por abandono de tareas. Con
su papá tramitaron los documentos necesarios y el 26 de julio de 1976 se fue
con él a Italia, en donde tenían parientes. Regresó el 1º de octubre de ese
año.
Por la privación
ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Ricardo sólo
está imputado Carlos José Ramón Schaller.
*
Después de esta
declaración, el tribunal leyó la resolución mediante la cual rechazaron la
recusación de la conjueza María Antonieta Pérez Galimberti presentada por los
defensores oficiales Adriano Liva y Fernando Buján.
*
Declaración de Américo Horacio Piccinini
Finalmente, fue el
turno de Américo Horacio Piccinini, quien permaneció secuestrado entre marzo y
septiembre de 1976.
Américo era técnico
naval, Delegado de Fragata en el Astillero Río Santiago. El miércoles 24 de
marzo de 1976 se encontró con el Astillero cerrado. Al lunes siguiente, cuando
quiso ingresar, tuvo que esperar en una larga fila para poder entrar. Había
personal militar que controlaba con una lista a todos los trabajadores. Junto a
su nombre se encontraba la leyenda "peligrosísimo".
En este operativo
de control participaba personal de la
Armada , de la
Prefectura y de vigilancia del propio Astillero. El Jefe de
Seguridad de esta era el Capitán Jorge Bigliardi.
Lo llevaron al
vestuario para revisar sus pertenencias. Al regresar hacia la entrada lo
obligaron a subir a un camión; le ataron las manos y lo encapucharon. Lo
secuestraron con Nicolás Luis Di Mattía, Luis Alberto Díaz, Alberto Dizzini,
María del Carmen Miranda y Dionisio Puz.
Todos fueron
conducidos a la sede de la
Prefectura Naval de Ensenada. Allí permanecieron dos días.
Estuvieron en un pasillo y luego parados con los brazos levantados toda la noche.
Recordó que un hombre de los que los controlaba era muy sádico; esperaba que se
cansaran y bajaran los brazos para pegarles.
A Américo lo
interrogaron en dos ocasiones y en una oportunidad simularon fusilarlo. Entre
otras cosas le preguntaban por la bomba que había hundido a la Fragata Santísima
Trinidad en septiembre de 1975.
Mientras tanto a su
casa llegó un telegrama instándolo a presentarse a trabajar. Su madre fue a
decir que estaba detenido. Más adelante le enviaron el telegrama para que se
presentara a cobrar el despido.
El miércoles 31 de
marzo los llevaron a la
Unidad Penitenciaria nro. 9, en donde permaneció hasta el 23
de septiembre de 1976.
El traslado lo
efectuaron en un micro, con las manos esposadas a los pasamanos. Una mujer les
mostró por debajo de la capucha una granada y amenazó con hacer estallar el
micro.
Durante su
secuestro en la UP
9 personal de las fuerzas de seguridad fueron a buscarlo a su casa en dos
oportunidades. Después de ser liberado, dos veces más.
Américo destacó que
su sindicato, la Asociación
de Trabajadores del Estado (ATE) no hizo nada por él ni sus compañeros
secuestrados. Al contrario, los señalaba como activistas. Recordó que en
aquella época el Secretario General de ATE Ensenada era Juan Carlos Marín y un
tal "Negro" Llanos amedrentaba a todos con un revólver en la cintura.
Después de ser
liberado se fue a Capital Federal. Muchos años después, en 2006, veintiocho
compañeros reingresaron al Astillero con la misma categoría que tenían al
momento de ser echados. Américo afirmó que no existe con ellos una reparación
histórica; destacó la situación triste y lamentable en la que se encuentran no
pudiendo jubilarse por falta de aportes.
Por la privación
ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Américo sólo
está imputado Carlos José Ramón Schaller.
*
La próxima
audiencia fue convocada para el miércoles 5 de agosto a partir de las 9.00 hs.
Se prevé la declaración de Dionisio Puz, Mario Peláez, Pedro Niselsky, Miguel
Aguirre y Roberto Aguirre.
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