miércoles, 12 de agosto de 2015

Segunda audiencia - Lunes 3 de agosto de 2015

En la jornada del lunes 3 de agosto de 2015 se tomaron las dos indagatorias que quedaban pendientes y se escucharon las declaraciones de cinco víctimas.
La audiencia comenzó con la lectura de la resolución que tomó el tribunal sobre la declaración indagatoria de Antonio Vañek. Según esta, Vañek fue trasladado al Hospital Central del Servicio Penitenciario Federal para declarar por videoconferencia, para luego ser llevado nuevamente a su domicilio, en donde cumple su arresto. La resolución fue tomada con la disidencia del juez Germán Castelli, quien consideró que resultaría mortificante para el acusado ser trasladado fuera de su casa.
A continuación, el representante de Vañek, Adriano Liva, leyó un informe médico que indica que el ex Comandante de Operaciones Navales padece un deterioro cognitivo moderado; indicó que por ese motivo solicitaba que se suspenda el proceso en su contra.
Después de un breve receso, el tribunal resolvió tomar la declaración indagatoria y resolver este pedido más adelante.

Declaración de Antonio Vañek
Se leyó entonces la acusación que pesa sobre Vañek por la privación ilegítima de la libertad de Mario Horacio Revoledo. El imputado se negó a declarar.

Declaración de José Casimiro Fernández Carró
Luego fue el turno de José Casimiro Fernández Carró, jefe del Batallón de Infantería de Marina 3 en el año 1976, acusado por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos de Luis Ramón Etchepare, Carlos García Gerboles, Carlos Daniel Núñez, Mario Peláez, Norma Raggio, Diego Salas y Elisa Triana. El imputado dijo que por el momento no iba a realizar declaraciones.

A continuación, se escucharon las primeras cinco declaraciones testimoniales.
Declaración de María Adela Barraza
En primer lugar declaró María Adela Barraza, quien permaneció secuestrada entre abril de 1976 y octubre de 1978.
María Adela vivía en Ensenada, había terminado el secundario en noviembre de 1975, quería seguir estudiando magisterio y concurría a la Parroquia Nuestra Señora de la Victoria en la ciudad de La Plata.
En la madrugada del 5 de abril de 1976 personal de Infantería de Marina irrumpió en su casa diciendo que buscaban a una estudiante de medicina. La condujeron a un vehículo y le dijeron a la familia que la llevaban por averiguación de antecedentes.
Con los ojos vendados y encapuchada fue conducida a la sede de la Prefectura Naval Argentina en Ensenada. Allí permaneció sentada en un banco en un pasillo y percibió que otras personas estaban a su lado. Pudo identificar a María Beatriz Horrac a su lado y a Gustavo Naser, a quienes  conocía de la parroquia, y a una chica embarazada que permaneció poco tiempo allí.
En varias oportunidades fue interrogada; para ello la conducían a un oficina. Tuvo la impresión de que había también un lugar abierto, como un patio, y una sala de armas, en donde el personal del lugar conversaba.
En aquel lugar permaneció dos días vendada y encapuchada, sin poder comunicarse con los otros, sin comer ni tomar agua.
En algún momento personal de Prefectura se comunicó con su familia y les indicó que María Adela sería llevada a Olmos.
El 7 de abril de 1976 fue trasladada encapuchada con María Beatriz Horrac. En el trayecto intentaron dejarlas en varios lugares, en donde no las quisieron recibir. Finalmente, fueron dejadas en la Unidad Penitenciaria nro. 8 de Olmos.
María Adela permaneció allí seis meses. En el legajo del Servicio Penitenciario pudo ver la firma del personal de Prefectura, por lo que dedujo entonces que había estado secuestrada en la sede de esa fuerza.
Pasó a estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante el Decreto Secreto 571 / 1976 de fecha 26 de mayo de 1976.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/index.castle?s=1&fea=16/04/2013)
En octubre de 1976 fue trasladada a la Cárcel de Devoto, en donde permaneció dos años más. Un día recibió la noticia de que aparecía en una lista para ser liberada. El 27 de octubre de 1976 una celadora le dijo que sería trasladada.
Fue llevada a Coordinación Federal, en donde le decían que esperaban un radiograma para liberarla. Recordó el ambiente hostil, las amenazas del personal, la incertidumbre sobre lo que le sucedería. Estuvo allí un día. Finalmente, a medianoche, la liberaron. Tuvo que salir por una puerta trasera de las dependencias hacia una calle oscura y solitaria. María Adela fue liberada con Hortensia del Carmen Juárez y otra mujer de la que no recordó el nombre.
Mediante el Decreto Secreto 2449 / 1978 del Poder Ejecutivo Nacional de fecha 17 de octubre de 1978 se dejó sin efecto su detención.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Suplementos/2013042401S.pdf)
María Adela recordó que del mismo grupo que concurría a la Parroquia Nuestra Señora de la Victoria, sus compañeros Alicia Cabrera, Nora Larrubia, Susana Larrubia, Diego Arturo Salas, Elisa Noemí Triana, todos desaparecieron.
Por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de María Adela sólo está imputado Carlos José Ramón Schaller.

Declaración de Carmelo Cipollone
En segundo lugar se escuchó la declaración de Carmelo Cipollone, quien permaneció secuestrado entre marzo y mayo de 1976.
Carmelo nació en Italia, trabajaba en Propulsora Siderúrgica del grupo Techint en Ensenada, estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Era delegado de su sector, elegido por sus compañeros. Pertenecía al grupo de delegados no reconocidos por la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) de Rubén Diéguez, Héctor Dateo y Antonio Di Tomasso. Además la UOM lo había expulsado después de que hablara en una asamblea.
Ya antes del golpe del 24 de marzo de 1976 la empresa brindaba información sobre el cuerpo de delegados y trabajadores a las fuerzas de seguridad.
Aquel miércoles 24 Carmelo se preparaba temprano por la mañana para salir a trabajar. Golpearon la puerta de su casa en el Barrio Obrero de Berisso; al asomarse vio un batallón de la Armada desplegado frente a su casa. Mientras rompían la puerta para entrar, un marino lo obligó a identificarse y salir de su casa saltando un paredón. Lo encapucharon y se lo llevaron sin darle explicaciones.
En el mismo operativo secuestran a un vecino suyo, José Luis "el ruso" Dervaric, trabajador del Astillero Río Santiago y del Frigorífico Swift.
Carmelo relató que lo subieron a un micro de la marca Chevrolet, de los que estaban al servicio del personal del Astillero. Estaba lleno de trabajadores secuestrados. En el asiento de atrás pudo escuchar a una mujer a quien conocía como "Maruca".
Después de recorrer Berisso, pararon en la Comisaría. Los hicieron bajar a todos y personal policial les tomó los datos personales. Realizando esta tarea Carmelo reconoció a Citerio, Jefe de Turno del Taller Mecánico de Propulsora.
Después de esto los trasladaron a un galpón en donde los obligaron a desnudarse; los revisaron, les pegaron. Allí pudo reconocer a Osvaldo Tomás Méndez de la Prefectura Naval, quien le tomó una foto. Lo volvió a ver mucho años después, en 1984, cuando sacó el permiso de ingreso al puerto. En esa oportunidad Méndez cumplía la misma función; volvió a ocuparse de sacarle la foto que necesitaba el permiso.
A continuación los llevaron al muelle del Astillero, en el que atracaban las lanchas de la Escuela Naval. Los hicieron subir por un rampa a una embarcación y les ataron las manos con sogas a los pasamanos. Cruzaron el Río Santiago y en el trayecto los amenazaban con tirarlos al río.
Al descender de la embarcación debieron subir por una escalerita de cemento y Carmelo alcanzó a ver un mástil y una bandera argentina. Los condujeron con las manos atadas y encapuchados a un lugar amplio, con camas, en donde les sacaron las sogas.
Hacía frío, estaban casi sin ropa, algunos solamente con la ropa interior. Pasaron los días; se escuchaba el silbato de la Base Naval, ruido de rejas, golpes, risas del personal que los mantenía secuestrados y por los ventiluces veían si era de día o de noche. Al baño iban custodiados por un guardia armado. Les dieron un colchón y una frazada que tenía la inscripción "Armada Argentina". Eran alimentados con el rancho que sirven en las dependencias militares.
Algunos de los secuestrados fueron llevados a las dependencias de Infantería de la Policía de la Provincia de Buenos Aires en 1 y 60 en La Plata, como el intendente de Ensenada, Arduino Ghio, y Jorge Arri. Este último fue llevado nuevamente al lugar en el que permanecía Carmelo y les contó que en 1 y 60 les pegaban. Dervaric fue trasladado a Arana, en donde fue salvajemente torturado; Carmelo lo reencontraría más adelante en la Unidad Penitenciaria nro. 9.
Una noche fue llevado a un cuarto, en donde le hicieron firmar unos papeles y le sacaron una foto. Luego supo que lo mismo le sucedió a sus compañeros de cautiverio. Además lo interrogaron con golpes y amenazas sobre personas conocidas y sus actividades. Carmelo recordó que tenía miedo de mirar a la cara a sus captores, la crueldad de esos días, el temor, la preocupación por lo que habría sucedido con su mujer y sus hijos.
Entre otras personas secuestradas en aquel lugar reconoció a Jorge Arri, Bogusas,  Carrete,  Nicolás Luis Di Mattía, Adolfo Lanao, Américo Horacio Piccinini, Hugo Ernesto Ruiz Díaz.
Mientras tanto, el viernes 26 de marzo su esposa recibió un telegrama de parte de la empresa para que Carmelo se presentara a trabajar. Ella les contestó que estaba "detenido" a disposición de personal militar. Al día siguiente recibió otro telegrama en el que le notificaban el despido por abandono de tareas.
Carmelo permaneció en aquel lugar once días aproximadamente. Un día los encapucharon, les ataron las manos con sogas y los sacaron corriendo al embarcadero; de allí los trasladaron en una lancha al muelle del que habían salido. Luego nuevamente los micros y las manos atadas a los pasamanos. Un hombre que dijo llamarse "Teniente Lechuga" los amenazó con hacer estallar el micro con granadas. Tal vez haya sido uno de los que participó en su secuestro.
Al anochecer llegaron a la Unidad Penitenciaria nro. 9. Los desataron, los hicieron bajar encapuchados y pasar entre dos hileras de personal de fuerzas de seguridad que asestaban golpes y patadas a los secuestrados. A Carmelo le rompieron una costilla. La golpiza finalizó con la presentación del director del penal, quien les dijo que estaban allí a disposición de las Fuerzas Armadas.
En la Unidad Penitenciaria nro. 9 permaneció hasta el 27 de mayo. Allí vio, entre otros, a Julio Alberto Machado, quien también había permanecido en las dependencias de la Escuela Naval, y Carlos Hugo Perdomo.
Carmelo recordó también la búsqueda de su madre por comisarías, en el Batallón de Infantería de Marina 3 -en donde fue golpeada- y pidiendo por su liberación en el Consulado de Italia. En los primeros días de abril le informaron que estaba en la UP 9, adonde fue con la esposa de Carmelo y sus nietos.
Después de ser liberado quiso regresar a trabajar. Fue a hablar con el jefe de personal de Propulsora, Néstor Corteletti; en la entrevista además estaba el abogado de la empresa, Fidanza. Ambos le dijeron que aceptara el dinero que la empresa le daba y que se fuera porque no iba a volver a trabajar allí.
En 1984 denunció lo que le había sucedido ante la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata, incluyendo el proceder de la empresa y la complicidad de la UOM en los secuestros, desapariciones, homicidios y el exilio de sus compañeros.
Intentaron formar una comisión para tratar con la empresa la reincorporación de los que fueron echados en circunstancias similares a la suya, pero la empresa nunca quiso conversar. Carmelo afirmó: "son grupos poderosos; se manejaban con el brazo armado de nuestras instituciones militares (...) Ellos son los que mandaban".
Por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Carmelo sólo está imputado Carlos José Ramón Schaller.

Declaración de Hugo Ernesto Ruiz Díaz
Luego fue el turno de Hugo Ernesto Ruiz Díaz, quien permaneció secuestrado entre marzo de 1976 y abril de 1978.
Hugo ingresó a los 12 años en Astillero Río Santiago, en donde podía capacitarse y trabajar. Hasta 1974 se desempeñó allí, cuando ingresó en la Destilería de YPF en La Plata. Desde chico lo llamaban "Cuqui", le gustaba divertirse, salir a boliches; no tenía militancia gremial ni política. Tenía 25 años y en marzo de 1976 lo operaron de una mano; tuvo que guardar reposo en la Clínica La Merced de Ensenada.
El 25 de marzo de 1976 un grupo de uniformados lo fue a buscar a su casa. Su madre y hermana fueron a la clínica para advertirle que huyera. Hugo no quiso hacerlo y ese mismo día, más tarde, un grupo de hombres fueron a buscarlo allí. Se lo llevaron diciéndole que lo detendrían por averiguación de antecedentes y que pronto regresaría.
Salieron caminando, lo subieron a una camioneta. Una vez dentro lo tiraron al piso. Fue conducido a la sede de la Prefectura Naval en Ensenada. Recién al bajarlo del vehículo le vendaron los ojos y lo encapucharon. Luego le tomaron sus datos personales y, entre otras cosas, lo hicieron arrastrarse en cuatro patas, diciéndole que si no lo hacía se electrocutaría. Luego, durante horas lo hicieron permanecer en un patio parado con los brazos en alto. Repetidamente le pegaron en la mano que había sido operada y en ningún momento le suministraron los antibióticos y calmantes que debía tomar. De aquellos momentos conserva marcas y secuelas físicas y una lesión que nunca se curó.
En el lugar escuchaba voces, llantos; no podía comunicarse con los demás, pero percibía que había otros en las mismas circunstancias que él.
De allí fue trasladado encapuchado en una camioneta a un muelle en el que lo embarcaron con otras personas. A él lo ataron a una columna de la embarcación. Durante el trayecto los asustaban con gritos y amenazas sobre arrojarlos en medio del río.
Los llevaron a alguna edificación ubicada en lo que fue la Base Naval, todos atados entre sí con sogas. Estuvo sentado varias horas; escuchaba hablar, escuchaba quejidos, tenía miedo. Sentía que se llevaban gente del lugar pero no sabía adónde.
En un momento lo separaron del resto y lo pusieron contra un paredón; le dijeron que pidiera un deseo. Hugo pensó que era el último momento de vida. Escuchó pasos del pelotón, las armas. Simularon fusilarlo; eso fue lo más duro que vivió en su vida.
Luego lo llevaron, encapuchado, a un lugar que tenía camas cuchetas. Le dieron de comer y por la noche, después de despertarlo, lo llevaron a un salón en donde le sacaron una foto. Luego fue conducido al lugar anterior. Al día siguiente un hombre que se presentó como enfermero le revisó la mano, limpió la herida y le dio un calmante, pero se negó a contestarle en dónde estaban.
Allí vio a Ricardo Córdoba, Julio Machado, Ricardo "el ruso" Parulsky, supervisor del Astillero.
Hugo conocía la Escuela Naval. Mientras era aprendiz en el Astillero había ido en diferentes oportunidades a buscar mesas y sillas para las fiestas de botadura. Sabía que la Base Naval había funcionado hasta fines de la década de 1960 y que parte del personal había pasado a trabajar al Astillero.
Después de permanecer unos días allí, los trasladaron en lancha y luego en un micro con las ventanas tapadas a la Unidad Penitenciaria nro. 9.
Hugo rememoró que al llegar a la cárcel los hicieron bajar y pasar entre filas del personal de las fuerzas de seguridad que los hicieron correr mientras les pegaban. Él corrió sobre gente que se había caído hasta que se frenó con el golpe de un arma en la cabeza, cuya marca tiene hasta el presente. Tenía los ojos vendados y estaba encapuchado. Empezó a sangrar y lo llevaron a la enfermería. No sabía en dónde estaba ni se lo querían decir.
Luego permaneció en una celda, con la cabeza y el brazo vendado. Estuvo cerca de quince días incomunicado.
Por otra parte, se había encontrado el cadáver de un muchacho de apellido Díaz, de similares características físicas a las suyas. Su familia pensó que se trataba de él, pero al día siguiente una vecina recibió una nota que indicaba que Hugo se encontraba en la UP 9.
En aquella cárcel permaneció dos años. En una oportunidad le tomaron "declaración"; en ella Hugo contó todo lo que le había pasado desde su secuestro. Veinte días después le comunicaron que sería liberado. Todo estaba preparado para que saliera a la medianoche, pero Hugo se resistió porque sabía que algunos compañeros liberados en esas horas habían sido secuestrados nuevamente o habían sido asesinados como Dardo Cabo. Un oficial penitenciario habló con el director de la prisión, quien lo autorizó a salir al día siguiente. Fue liberado el 30 de abril de 1978.
Fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante el Decreto Secreto nro. 1310 / 76 de fecha 15 de julio de 1976.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Suplementos/2013041701S.pdf)
El arresto cesó mediante otro Decreto Secreto, el nro. 923 / 78 de fecha 20 de abril de 1978.
(http://www.boletinoficial.gov.ar/Suplementos/2013042401S.pdf)
En democracia volvió a trabajar en YPF hasta que fue privatizada. En los primeros años de la década del ´90 volvió a ingresar al predio de la Escuela Naval para realizar trabajos en las calderas. En el presente trabaja en el Astillero y desde su lugar de trabajo, la popa del buque Eva Perón, ve todos los días el lugar en el que permaneció secuestrado.
Al iniciar los trámites jubilatorios supo que en YPF le guardaron el puesto entre la fecha de su secuestro y el mes de noviembre de 1976, cuando lo echaron por abandono de tareas. Por eso cree que su secuestro estuvo relacionado con la información que el Astillero suministró a las fuerzas de seguridad.
Hugo afirmó que "lo secuestraron por ser trabajador". Hoy, pudiendo jubilarse, continúa trabajando para formar a otros.
Por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Hugo sólo está imputado Carlos José Ramón Schaller.

Declaración de Ricardo Mario Melano
En cuarto lugar declaró Ricardo Mario Melano, quien permaneció secuestrado entre marzo y mayo de 1976.
En 1973 con 18 años entró a trabajar al Frigorífico Swift en Berisso, en donde su padre era capataz. En diciembre del año siguiente tuvo un accidente en moto, en el que murió un compañero. Por ello tuvo que guardar reposo durante todo el año 1975 y el primer lunes de marzo de 1976 se reincorporó a trabajar. Además Ricardo trabajaba en un taller de radio y televisión.
En aquella época se sabía que la vigilancia y el control en las fábricas era constante y que se realizaban recorridos para llevarse a los trabajadores. En Propulsora Siderúrgica su cuñado era escoltado por personal militar hasta el vestuario, en donde revisaban sus pertenencias.
Ricardo recordó que el miércoles 24 de marzo no se trabajó; al presentarse en el frigorífico lo hicieron regresar a su casa. Al día siguiente pasó lo mismo; había soldados desplegados por toda la zona.
El viernes 26 entró a trabajar muy temprano, cerca de las 6 de la mañana. Entre las 11 y las 11.30 aprovechó el descanso para salir a repartir mercadería del taller, que se encontraba cerca. Al regresar, mientras conversaba con unos compañeros, dos hombres con vestimenta militar se lo llevaron secuestrado. Lo hicieron salir del frigorífico a los empujones y apuntándole con un arma. Uno de ellos, joven, parecía tener más autoridad que el otro. Lo obligaron a subir en una camioneta Dodge, en la que esperaban otros dos militares.
De allí fue conducido a la sede de la Prefectura Naval en Ensenada. Una vez que lo hicieron bajar le vendaron los ojos; le sacaron sus pertenencias, le tomaron sus datos personales, las huellas digitales y lo hicieron permanecer parado con los brazos contra la pared unas cinco o seis horas. Ricardo percibía que había otras personas en su misma situación. Escuchó que cerca de él amenazaron con fusilar a un muchacho que quiso sacarse la venda de los ojos.
Lo interrogaron por trabajadores de Propulsora Metalúrgica y del Astillero. En un momento lo llevaron a una oficina de la que recuerda los sillones amplios. Había también otro muchacho secuestrado. Alguien del personal del lugar los sermoneó, le devolvió los documentos y dijo que el Jefe de Seguridad del frigorífico había hablado por ellos.
Sin embargo, momentos después lo sacaron de allí abruptamente, le ataron las manos y lo tiraron en una camioneta en la que ya había más personas. Tiraron a otro chico encima de él y encima de todos a una mujer.
Salieron de allí y Ricardo notó que cruzaron el puente de hierro del Canal Oeste. El recorrido fue corto, hacia la entrada del Astillero. Los hicieron bajar en fila y los subieron a una lancha. En el trayecto amenazaban con dispararles y tirarlos al agua. Finalmente los bajaron de la embarcación, escuchó el sonido de puertas de hierro, rejas y entraron en un lugar. Allí les sacaron las capuchas y pudo ver que se trataba de un gran lugar con divisiones, tipo boxes. Lo dejaron en uno de ellos y le entregaron una frazada y un colchón.
Luego les suministraron comida y agua. Ricardo indicó creer que también le suministraron algún somnífero, porque no puede recordar casi nada de lo sucedido en los dos días que permaneció tirado allí. Recordó que una vez fue al baño.
Entre las personas secuestradas que recuerda haber visto están Carmelo Cipollone y Julio Machado.
Indicó que el domingo 28 por la tarde los sacaron de aquel lugar, les vendaron los ojos, los encapucharon y ataron las manos y los subieron en un micro. Rememoró también los dichos de un hombre sobre hacer estallar el vehículo con una granada.
Después de un recorrer un largo trayecto el micro se detuvo, lo desataron y lo tiraron por la puerta de atrás al piso. Luego lo golpearon y le sacaron la venda. Cree que eran unas veinte personas las que se encontraban como él. Un hombre se presentó entonces como el Director del Penal y les dijo que era receptores de ellos. Un interno les llevó agua.
Ricardo permaneció en la Unidad Penitenciaria nro. 9 hasta el 22 de mayo de 1976. Lo liberaron y le dieron una especie de certificado con sello del Ejército pero sin ninguna firma, en donde decía que había estado en la UP 9.
Mientras tanto su familia sabía que estaba en aquel lugar. Una vez liberado tenía miedo de que volvieran a secuestrarlo y no quería dormir en su casa. Además había perdido su trabajo en el frigorífico, ya que lo habían echado por abandono de tareas. Con su papá tramitaron los documentos necesarios y el 26 de julio de 1976 se fue con él a Italia, en donde tenían parientes. Regresó el 1º de octubre de ese año.
Por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Ricardo sólo está imputado Carlos José Ramón Schaller.

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Después de esta declaración, el tribunal leyó la resolución mediante la cual rechazaron la recusación de la conjueza María Antonieta Pérez Galimberti presentada por los defensores oficiales Adriano Liva y Fernando Buján.
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Declaración de Américo Horacio Piccinini
Finalmente, fue el turno de Américo Horacio Piccinini, quien permaneció secuestrado entre marzo y septiembre de 1976.
Américo era técnico naval, Delegado de Fragata en el Astillero Río Santiago. El miércoles 24 de marzo de 1976 se encontró con el Astillero cerrado. Al lunes siguiente, cuando quiso ingresar, tuvo que esperar en una larga fila para poder entrar. Había personal militar que controlaba con una lista a todos los trabajadores. Junto a su nombre se encontraba la leyenda "peligrosísimo".
En este operativo de control participaba personal de la Armada, de la Prefectura y de vigilancia del propio Astillero. El Jefe de Seguridad de esta era el Capitán Jorge Bigliardi.
Lo llevaron al vestuario para revisar sus pertenencias. Al regresar hacia la entrada lo obligaron a subir a un camión; le ataron las manos y lo encapucharon. Lo secuestraron con Nicolás Luis Di Mattía, Luis Alberto Díaz, Alberto Dizzini, María del Carmen Miranda y Dionisio Puz.
Todos fueron conducidos a la sede de la Prefectura Naval de Ensenada. Allí permanecieron dos días. Estuvieron en un pasillo y luego parados con los brazos levantados toda la noche. Recordó que un hombre de los que los controlaba era muy sádico; esperaba que se cansaran y bajaran los brazos para pegarles.
A Américo lo interrogaron en dos ocasiones y en una oportunidad simularon fusilarlo. Entre otras cosas le preguntaban por la bomba que había hundido a la Fragata Santísima Trinidad en septiembre de 1975.
Mientras tanto a su casa llegó un telegrama instándolo a presentarse a trabajar. Su madre fue a decir que estaba detenido. Más adelante le enviaron el telegrama para que se presentara a cobrar el despido.
El miércoles 31 de marzo los llevaron a la Unidad Penitenciaria nro. 9, en donde permaneció hasta el 23 de septiembre de 1976.
El traslado lo efectuaron en un micro, con las manos esposadas a los pasamanos. Una mujer les mostró por debajo de la capucha una granada y amenazó con hacer estallar el micro.
Durante su secuestro en la UP 9 personal de las fuerzas de seguridad fueron a buscarlo a su casa en dos oportunidades. Después de ser liberado, dos veces más.
Américo destacó que su sindicato, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) no hizo nada por él ni sus compañeros secuestrados. Al contrario, los señalaba como activistas. Recordó que en aquella época el Secretario General de ATE Ensenada era Juan Carlos Marín y un tal "Negro" Llanos amedrentaba a todos con un revólver en la cintura.
Después de ser liberado se fue a Capital Federal. Muchos años después, en 2006, veintiocho compañeros reingresaron al Astillero con la misma categoría que tenían al momento de ser echados. Américo afirmó que no existe con ellos una reparación histórica; destacó la situación triste y lamentable en la que se encuentran no pudiendo jubilarse por falta de aportes.
Por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos en perjuicio de Américo sólo está imputado Carlos José Ramón Schaller.
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La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 5 de agosto a partir de las 9.00 hs. Se prevé la declaración de Dionisio Puz, Mario Peláez, Pedro Niselsky, Miguel Aguirre y Roberto Aguirre.

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